El hecho de que el medio ambiente modifica la sintonización de nuestras neuronas es algo muy presente para todos los profesionales de este sector. Esta modificación se produce durante toda la vida ya que estamos en contacto con nuestro ambiente en la totalidad de ella.
Sin embargo, adoptando una perspectiva temporal más amplia hay que destacar el hecho de que a lo largo de la evolución del ser humano ciertas propiedades se han convertido en características propias de nuestra especie, siempre y cuando éstas hayan resultado útiles para nuestra supervivencia. Como tantas otras, la visión de los colores ofrece algunas pruebas de la influencia de la evolución. En este caso, lo que ha evolucionado a lo largo de tiempo es un tipo de pigmento visual en los receptores el cual nos permite alcanzar longitudes de onda más amplias.
Numerosos estudios afirman que la visión tricromática, de tres pigmentos (la que mezcla el rojo, el verde y el azul para generar los diferentes colores presentes en nuestro mundo), pudo desarrollarse en los humanos y en los monos para permitirles distinguir el color de las frutas de las que debían alimentarse entre el abundante follaje verde. Sin embargo esto no solo lo encontramos en humanos y monos si no que incluso aves e insectos poseen una visión tetracromática (4 pigmentos) debido a su evolución lo que les permite alcanzar un rango mucho mayor de colores (que los humanos). Por ello, entre otras características, son mucho más sensibles que nosotros para el rango de luz ultravioleta. Esto les ha permitido distinguir mejor los colores florales que los humanos ya que estos son mucho más importantes para su supervivencia que para la nuestra.
La evolución no solo le ha proporcionado mejor rango de color a las aves y a los insectos, si no que animales como las águilas poseen en la fóvea (ya explicada en otro post) menos convergencia neuronal y más conos lo que le permite tener una visión mucho más precisa y aguda. Se estima que la visión de este ave es entre 2 y 3 veces mayor que la del ser humano y le sirve, como todos sabremos, para detectar a sus presas con facilidad desde el aire.
Otro ejemplo más de cómo se adapta la vista según las necesidades principales lo encontramos en la tortuga de ojos rojos. Esta posee en la fóvea un área horizontal de alta densidad de receptores lo cual le permite tener mas agudeza visual mirando al horizonte. Esto se ha dado debido a que, a pesar de que en el agua son más rápidas que en tierra, no son el animal mas veloz y detectar a sus depredadores lo más lejos posible les facilita mucho la huida.
En el caso de los gatos y de los humanos disponemos de campos visuales que se superponen uno encima del otro en la zona central del ojo para proporcionarnos mayor profundidad en nuestra vista. Lagartos, aves y roedores, por el contrario, tienen más campos visuales laterales lo que les permite tener un buena visión panorámica (si se quiere comprobar, busquen una lagartija y cuando la tengan entre las manos prueben a ponerle un dedo en frente de la cara. Podrán comprobar que no se inmutan ya que no llegan a verlo. Si embargo, si nos acercamos a ellas lateralmente nos divisarán con mayor facilidad). Esta característica evolutiva en aves, lagartos y roedores es la misma pero para funciones diferentes. En el caso de las aves se trata de buscar presas a la derecha y a la izquierda de su campo visual al mismo tiempo. En el caso de los lagartos y los roedores se trata de divisar de la misma manera a sus depredadores para poder huir con mayor facilidad.
Esta claro que, a pesar de tener estructuras visuales similares, la evolución nos ha proporcionado características únicas en función de nuestras necesidades especificas de supervivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario